CAPITULO 3 - ¿DE DONDE PROVIENE?
“El pasado no tiene
poder sobre mí”
Está
bien, hemos examinado un montón de cosas, y hemos ido pasando por el cedazo lo
que “creíamos” que era el problema. Ahora nos hemos encontrado con lo que, a mi
modo de ver, es el verdadero problema. Nos sentimos “totalmente
desvalorizados”, y el “amor a sí mismo escasea”. Según como veo yo la vida, si hay algún
problema, esto tiene que ser verdad. Veamos, entonces, de dónde vino esta
creencia.
¿Cómo
pasamos de ser un bebé diminuto que conoce su propia perfección y la de la
vida, a convertirnos en una persona con problemas, que se siente, en mayor o
menor medida, indigna y no merecedora de amor? Aquellos que ya se aman a sí
mismos pueden amarse aún más.
Piensen
en una rosa, desde el momento en que es un capullo. Mientras se abre para
florecer plenamente, hasta que se le cae el último pétalo, es siempre bella,
siempre perfecta, siempre cambiante. Lo mismo que nosotros. Somos siempre
perfectos, siempre bellos, siempre cambiantes.
En todo momento hacemos lo mejor que podemos con el entendimiento, la
conciencia y el conocimiento que tenemos. A medida que tengamos más
entendimiento, más conciencia y más conocimiento, iremos haciendo las cosas de
otra manera.
LA
LIMPIEZA DE LA CASA MENTAL
Ahora
es el momento de examinar un poco más nuestro pasado, de echar un vistazo a
algunas de esas creencias que han venido rigiéndonos. A algunas personas esta
parte del proceso de limpieza se les hace muy dolorosa, pero no tiene por qué
serlo. Debemos mirar qué es lo que hay
que limpiar antes de poder hacerlo.
Si
uno quiere limpiar una habitación a fondo, empezará por revisar todo lo que hay
en ella. Habrá algunas cosas que mirará con ternura, y las lustrará o les
quitará el polvo para darles una belleza nueva. Con otras, tomará nota de que
necesitan una reparación o un retoque. Habrá algunas que jamás volverán a
servirle, y es el momento de deshacerse de ellas. Las revistas y los periódicos viejos, como
los platos de papel usados, se pueden tirar con toda calma a la basura. No hay necesidad de enojarse para limpiar una
habitación.
Lo
mismo sucede cuando estamos limpiando nuestra casa mental. No hay necesidad de
enojarse porque alguna de las creencias que guardábamos en ella ya no
sirva. Dejémosla partir tan fácilmente
como, después de haber cenado, arrojamos a la basura los restos de comida.
Realmente, ¿buscaría usted en la basura de ayer algo para preparar la cena de
esta noche? Y para crear las experiencias de mañana, ¿rebusca en la vieja basura
mental?
Si
una idea o una creencia no le sirve, ¡renuncie a ella! Ninguna ley dice que
porque una vez haya creído en algo, tiene usted que seguir haciéndolo para
siempre. Veamos, pues, algunas de esas creencias que nos limitan y observemos
de dónde vienen.
CREENCIA
LIMITATIVA: “Yo no sirvo para nada”
DE
DONDE PROVIENE: De un padre que le repitió insistentemente que era un estúpido.
El
cliente decía que quería ser un triunfador para que su padre se enorgulleciera
de él, pero como estaba cargado de culpa, que le creaba resentimiento, lo único
que podía producir era un fracaso tras otro. El padre no dejaba de financiarle
negocios que siempre fracasaban. El
cliente usaba esos fracasos para desquitarse, obligando a su padre a pagar
continuamente, pero por supuesto, el que más perdía era él.
CREENCIA
LIMITATIVA: Falta de amor a sí misma
DE
DONDE PROVIENE: Del intento de obtener la aprobación del padre.
Nada
había menos deseable para esta clienta que ser como su padre. Jamás podían
ponerse de acuerdo en nada y estaban siempre discutiendo. Ella sólo quería su
aprobación, pero no conseguía más que críticas.
Estaba llena de dolores físicos, exactamente como su padre, pero no se
daba cuenta de que el enojo que sentía era la causa de los dolores, tal como le
sucedía también a su padre.
CREENCIA
LIMITATIVA: La vida es peligrosa
DE
DONDE PROVIENE: De un padre asustado.
Otra
clienta veía la vida como algo hosco y duro.
Reírse era difícil para ella, y cuando lo hacía, temía que le sucediera
algo “malo” La habían criado con la amenaza de que “si te ríes, te lo harán
pagar”.
CREENCIA
LIMITATIVA: No sirvo....
DE
DONDE PROVIENE: De sentirse abandonado y descuidado.
Al cliente se le hacía difícil hablar; el
silencio se había convertido en su modo de vida. Acababa de dejar las drogas y
el alcohol, y estaba convencido de su inutilidad. Su madre había muerto cuando él era muy
pequeño, y lo había educado una tía que muy rara vez le hablaba, a no ser para
darle alguna orden, de modo que el muchacho creció en silencio. Hasta comía solo y sin hablar, y día tras día
permanecía solo en su habitación, en silencio.
Había tenido un amante, que era también un hombre taciturno; ambos
pasaban la mayor parte del tiempo juntos, sin
hablar. Cuando aquel hombre
murió, mi cliente volvió a quedarse solo.
Ejercicio:
Mensajes negativos
El
ejercicio siguiente consiste en apuntar en una hoja grande de papel todas las
cosas que sus padres decían que estaban mal en usted. ¿Cuáles eran los mensajes
negativos que usted oía? Concédase el tiempo suficiente para recordar tantos
como pueda. Por lo general, con una hora está bien.
¿Qué
le decían sobre el dinero? ¿Y sobre su cuerpo? ¿Qué le decían del amor y de las
relaciones sexuales? ¿Qué le decían sobre su capacidad creadora? ¿Cuáles eran
las cosas limitadoras o negativas que le decían?
Si
puede, considere objetivamente estos puntos y dígase: “Con que de ahí es de
donde proviene esta creencia”. Ahora busque otra hoja de papel, para
profundizar un poco más ¿Qué otros mensajes negativos oyó usted de pequeño?
De
sus parientes, maestros, amigos, figuras de autoridad, de su iglesia...
Escríbalos
todos, tomándose su tiempo. Esté atento a las sensaciones corporales que vaya
teniendo. En esas dos hojas de papel están las ideas que necesita hacer desaparecer
de su conciencia. Son esas creencias las que le hacen sentir que no sirve.
VÉASE
COMO UN NIÑO
Si
pusiéramos a un niño de tres años en medio de la habitación, y empezáramos a
gritarle, diciéndole que es un estúpido, incapaz de hacer nada bien, que de
hacer esto y no hacer lo otro, y que se fije en los desastres que provoca, y de
paso le diéramos algún que otro golpe, al final tendríamos un chiquillo
asustado que se sienta obedientemente en un rincón, o un rebelde que destroza
cuanto tiene a su alcance. El niño mostraría uno de estos dos comportamientos,
pero jamás llegaríamos a saber qué potencial tenía.
Si
al mismo niño le decimos cuánto lo queremos y cuánto nos importa, que nos
encanta el aspecto que tiene y que es simpático e inteligente, que nos gusta su
manera de hacer las cosas y que está bien que cometa errores mientras aprende,
y que estaremos siempre a su lado en cualquier situación.... ¡entonces, el
potencial que muestre ese niño nos dejará alucinados!
Todos
llevamos dentro un niño de tres años, y con frecuencia nos pasamos la mayor
parte del tiempo gritándole...y después nos preguntamos por qué nuestra vida es
como es.
Si
tuviera usted una amiga que siempre lo critica, ¿querría estar cerca de ella?
Quizá de niño lo trataron así; es una pena, pero eso fue hace mucho tiempo, y
si ahora es usted quien opta por tratarse de la misma manera, es más triste
aún.
De
modo que ahora tenemos ante nosotros una lista de los mensajes negativos que
oíamos de niños. ¿Qué correspondencia hay entre su lista y la que siente que
está mal en usted? ¿Son casi iguales? Probablemente sí.
Como
base del guión de nuestra vida usamos aquellos primeros mensajes. Todos somos
niñitos buenos y aceptamos obedientemente lo que “ellos” nos dicen que es
verdad. Sería muy fácil limitarse a culpar a nuestros padres y ser víctimas
durante el resto de nuestra vida, pero no sería muy divertido....y ciertamente,
no nos sacaría del atolladero.
CULPAR A LA FAMILIA
Echar
la culpa a alguien es una de las maneras más seguras de seguir con un problema.
Al culpar a otro, renunciamos a nuestro poder. Entender las cosas nos permite
distanciarnos del problema y controlar nuestro futuro. El pasado no se puede
cambiar, pero el futuro va siendo configurado por lo que pensamos hoy. Para liberarnos,
es imprescindible que comprendamos que nuestros padres hicieron lo mejor que
podían dado el entendimiento, la conciencia y los conocimientos que tenían.
Cada vez que culpamos a alguien, dejamos de hacernos responsables de nosotros
mismos.
Las
personas que nos hicieron esas cosas tan terribles estaban tan asustadas y
desorientadas como nosotros; sentían el mismo desvalimiento. No tenían la menor
posibilidad de enseñarnos nada más que lo que ellos les habían enseñado.
¿Qué
sabe ud. de la niñez de sus padres, especialmente antes de los diez años? Si
todavía le es posible averiguarlo, pregúnteles. Si puede saber algo de cuando
ellos eran niños, le será más fácil entender por que hicieron lo que hicieron.
Y ese entendimiento le aportará compasión.
Si
no lo sabe, y ya no puede averiguarlo, procure imaginarse cómo puede haber
sido. ¿Qué clase de infancia puede crear un adulto así?
Usted
necesita saberlo, por su propia libertad. Porque no puede liberarse mientras no
los libere; no puede perdonarse mientras no los perdone. Si les exige
perfección, también se la exigirá a sí
mismo, y será durante toda su vida un desdichado.
ESCUCHAR A LOS DEMÁS
Cuando
éramos pequeños, nuestros hermanos y hermanas mayores era dioses para nosotros.
Y es probable que, si ellos eran desdichados, se desquitaran con nosotros,
física o verbalmente. Quizá nos dijeran cosas como:
-
Le diré a mamá o papá lo que hiciste… (infundir culpa)
-
Tú eres una mocosa y no puedes hacer eso.
-
Eres demasiado estúpido para jugar con nosotros.
También
es frecuente que los maestros nos hayan influido mucho. En quinto grado, la
maestra me dijo enfáticamente que yo era demasiado alta para ser bailarina. Yo
le creí, y dejé a un lado mis ambiciones en ese campo hasta que ya fue
demasiado tarde para encarar profesionalmente la danza.
¿Comprendía
usted que las pruebas y las notas no servían más que para ver cuánto sabía
usted en un momento dado, o era un niño que sentía que lo que medían era su propio valor?
Nuestros
primeros amigos comparten con nosotros nuestra propia información errónea sobre
la vida. Nuestros compañeros de escuela pueden herirnos profunda y
duraderamente con sus burlas. Mi apellido, cuando iba a la escuela, era Lunney,
y los chicos solían llamarme “lunática”.
También
los vecinos tienen su influencia, y no sólo por sus observaciones, sino también
porque en casa nos reprendían con un: “Qué dirán los vecinos”.
Procure
recordar qué otras figuras de autoridad tuvieron influencia en su niñez.
Y
por cierto que están las afirmaciones, enérgicas y muy persuasivas, que nos llegan mediante los anuncios de la prensa
y la tv. Demasiados son los productos que se venden haciéndonos sentir que si
no los usamos, nos falta “clase” o somos tontos.
Todos
estamos aquí para trascender nuestras primeras limitaciones, sean éstas las que
fueren. Estamos aquí para reconocer nuestra propia magnificencia y nuestra
divinidad, no importa lo que “ellos” nos hayan dicho. Usted tiene “sus” propias
creencias negativas para superar, y yo tengo que superar las “mías”.
En la infinitud
de la vida, donde estoy, todo es perfecto, completo y entero. El pasado no
tiene poder sobre mí porque me dispongo a aprender y a cambiar. Veo el pasado
como algo necesario para llegar a donde estoy. Me dispongo a empezar, desde
donde me encuentro ahora, a limpiar las habitaciones de mi casa mental. Sé que
no importa por dónde comience, y por eso ahora empiezo por las habitaciones más
pequeñas y más fáciles, y de esta manera no tardaré en ver los resultados. Me
fascina estar en mitad de esta aventura, porque sé que nunca volveré a pasar
por esta experiencia. Me dispongo a liberarme. Todo está bien en mi mundo.
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